domingo, 17 de mayo de 2009
Gracias por el fuego
martes, 5 de mayo de 2009
Nada se crea ni se destruye, todo se transforma
luego el calor, movimiento,
luego gota de sudor
que se hizo vapor, luego viento
que en un rincón de La Rioja
movió el aspa de un molino
mientras se pisaba el vino
que bebió tu boca roja.
Tu boca roja en la mía,
la copa que gira en mi mano,
y mientras el vino caía
supe que de algún lejano
rincón de otra galaxia,
el amor que me darías,
transformado, volvería
un día a darte las gracias.
Cada uno da lo que recibe
y luego recibe lo que da,
nada es más simple,
no hay otra norma:
nada se pierde,
todo se transforma.
El vino que pagué yo,
con aquel euro italiano
que había estado en un vagón
antes de estar en mi mano,
y antes de eso en Torino,
y antes de Torino, en Prato,
donde hicieron mi zapato
sobre el que caería el vino.
Zapato que en unas horas
buscaré bajo tu cama
con las luces de la aurora,
junto a tus sandalias planas
que compraste aquella vez
en Salvador de Bahía,
donde a otro diste el amor
que hoy yo te devolvería......
domingo, 3 de mayo de 2009
27 de abril de 2009
domingo, 19 de abril de 2009
Morirse de algo
viernes, 27 de febrero de 2009
Final
miércoles, 18 de febrero de 2009
Segunda parte
viernes, 13 de febrero de 2009
Primera parte.
domingo, 8 de febrero de 2009
Los pajaros prohibidos
¿Son naranjas? ¿qué frutos son?
La niña lo hace callar:
Ssshhhhh
Y en secreto le explica:
Bobo ¿no ves que son los ojos? Los ojos de los pájaros que te traje a escondidas.
Eduardo Galeano (1976) del libro "Días y noches de amor y de guerra".
sábado, 7 de febrero de 2009
Un día de estos
Estoy en proceso de desenamoramiento, por lo menos eso es lo que quiero pensar, o más bien, eso es lo que creo que quiero pensar, aunque estoy seguro de todo lo contrario.
Tal vez, sea solo cosa de paciencia. La paciencia siempre ha sido una de mis virtudes, quizá por que muchas veces no me ha quedado de otra, podría decir que ya es parte de mi instinto de supervivencia.
Aunque parezca increíble, aún recuerdo cosas de cuando estaba muy chavito, tres, cuatro años a lo mucho. En uno de esos recuerdos, me veo vestido con una horrible camiseta amarilla, estampada con un pinche gato y unos shorts del mismo color completando el ridículo disfraz. Aproveché que mi mama estaba sola acomodando ropa en un pequeño closet en el cuarto de mi abuelo para preguntarle ¿cuando volvería mi papá? Ella siguió doblando cada una de las prendas recién bajadas de los tendederos y me contestó sin agregar el más mínimo gesto “un día de estos”.
Quién me iba a decir que esa respuesta, tan solo sería parte de mi entrenamiento en esta infinita carrera de la espera, una carrera en la que el sudor sale por los ojos, una carrera en la que el final llegará un día de estos.
Es por eso que mi olvido no tiene prisa, mientras que a mí me urge. Normalmente, lo que más rapido queremos sacar de la memoria es lo que más trabajo cuesta. Son como las visitas en casa, las que más pronto quieres que se vayan, son las últimas en irse.
Y eso es su recuerdo, una visita incomoda, aunque tengo que admitir que la mayoría de las veces no es inesperada, yo la busco, la llamo, la refresco como flor que no me resigno a dejar que se marchite, pero no por eso deja de ser incomoda, cada día menos grata, dolorosa.